La crisis económica que desde el año 2008 sufre la sociedad mundial no es una más de las típicas crisis en las que recae, cíclicamente, el sistema capitalista. No es sólo una crisis del sistema financiero internacional que se ha traducido, de manera dramática, en una crisis general de la economía productiva en todos los continentes. No es sólo la primera crisis que afecta a los países del Norte desde que vivimos en unas economías plenamente globalizadas –que no los del Sur, que ya han pasado unas cuantas en los últimos quince años-. Es, para empezar, la recesión más grave que vive la economía mundial desde la Gran Depresión de los años treinta. Es el final, por implosión, de un paradigma económico –el neoliberalismo- que ha ejercido su hegemonía ideológica de manera implacable durante los últimos treinta años.
Estamos en un punto de inflexión de la historia económica contemporánea. Son muchos los que desde hace décadas, anunciaban la insostenibilidad social y ambiental de este modelo neoliberal basado en el crecimiento de las desigualdades, la desregulación y el dominio de los mercados financieros por encima de cualquier poder público, ya fuera nacional o internacional. Es necesario, queramos o no queramos, entrar en una nueva etapa y correspondería al pensamiento de izquierdas diseñar las alternativas y a las fuerzas progresistas liderar este tránsito.
Son muchas las propuestas que hay encima de la mesa para promover un cambio de modelo económico. De entrada, regular de manera estricta los mercados financieros internacionales, es decir, invertir la relación de poder tiempo entre el Estado y el capital financiero, en la cual éste tenía la última palabra. Son necesarias instituciones políticas globales que permitan un control democrático de los mercados mundiales. Un lugar principal en este programa de reformas lo tendría que ocupar la supresión de los paraísos fiscales, punta de iceberg del sistema hoy en fallida.
Más allá de las regulaciones públicas, ya sean a escala estatal o global, también es necesario seguir con atención aquellos cambios en la cultura económica que se están promoviendo desde la sociedad civil. Destaca, en este sentido, la banca ética, en tanto que experiencia pionera a la hora de construir unas relaciones financieras fuera de los valores estrictamente capitalistas. De hecho, es necesario preguntarse si todas aquellas prácticas y experiencias económicas alternativas que hoy ya están en funcionamiento –la economía social, las finanzas éticas, los movimientos de consumo responsable- no son, de hecho, una vía desde la que se puede avanzar hacia sistemas de mercado poscapitalistas. De todas estas cuestiones se debatirá en el ciclo que aquí se presenta.
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