En el año 1984, la Fundación concedió el Premio Internacional Alfonso Comín al pueblo de Nicaragua. Y siguiendo con la filosofía de dar apoyo a proyectos relacionados con los premios otorgados, en el año 2002 decide ayudar a un proyecto de desarrollo rural de la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI).
El proyecto se lleva a cabo en las comunidades de La Danta (setenta familias), La Flor (ochenta familias), Las Marías (ochenta y cinco familias), El Danto (cincuenta familias), El Rodeito (cincuenta y cinco familias), El Caimito (setenta y cinco familias), El Ojoche (sesenta y cinco familias) y La Carreta (setenta y cinco familias), todas pertenecientes al municipio de Somotillo, situado al norte del Departamento de Chinandega, donde se calcula que un 56% de los habitantes viven en la pobreza extrema (zonas rurales) y un 18% en la pobreza alta (zonas urbanas).
La propiedad de la tierra se caracteriza por minifundios distribuidos entre un gran número de microproductores. Por tanto, la actividad económica es muy pobre y se refiere a la agricultura de subsistencia de granos básicos: maíz y alubias, sorgo millón, ajonjolí (sésamo) y hortalizas. La desocupación rural, que llega hasta un 90% entre la población económicamente activa, ha llevado a los pequeños productores y a los campesinos a la extrema pobreza, y se ha creado en la zona un estado de hambre que ha favorecido la emigración. El 36% de los niños menores de cinco años sufre desnutrición.
El objetivo del proyecto es proporcionar apoyo, a través de la creación de un centro de reproducción y manejo de especies menores (gallinas ponedoras y cabras), para que, con pocos recursos, se pueda sustentar a cincuenta nuevas familias por cada año de duración del proyecto. Cada familia recibe diez gallinas y un gallo de dieciséis semanas (a las dieciocho semanas rompen puesta y empieza la producción de huevos), cada cinco familias reciben una cabra y un macho cabrío en edad reproductiva, cosa que permite que incorporen a su dieta huevos, carne y leche, al mismo tiempo que se asegura una reproducción con una explotación racional. Además, los beneficiarios y beneficiarias están recibiendo capacitación referente a la cría y alimentación de los animales. Más allá de las familias directamente beneficiarias, el proyecto beneficia a toda la comunidad a la que pertenecen, con la venta de los excedentes de la producción, contribuyendo así a mejorar el nivel de vida de todo el grupo.
Se están reforestando los patios y las comunidades en general con especies de pasto y forrajeras (marango, madero negro, leucaena y guanacaste), con sorgo, caña de azúcar y alubia gandul para el concentrado orgánico animal, y plátanos, maracuyá, papaya y calala, que a la vez sirven para mejorar el medio ambiente, ya que crean un microclima y preservan el suelo de la erosión eólica. El sistema de riego es por goteo artesano. Se ha construido y equipado la galería para las aves; en 2003 había 527, la producción de las cuales ha oscilado entre los 390 y los 400 huevos diarios. Las familias que recibieron las gallinas ponedoras utilizan la producción de huevos (de seis a siete al día por familia), tanto para el consumo familiar, como para la venta. Así mismo, una parte se destina a la reproducción de las aves propias y al fondo devolviente (el primer año un 40% de las familias estaban reproduciendo aves). A causa de las dificultades técnicas y económicas para adquirir una incubadora, se está haciendo con madres sustitutas (patas). Para ellas se ha construido un espacio donde hacen de incubadora natural.
De acuerdo con las capacidades y las costumbres de las familias campesinas, se ha empezado con la producción de gallinas, y después se ha continuado con el programa de entrega de cabras. La idea es darle continuidad y, en un futuro, ampliar el proyecto diversificando los "rebaños" de especies menores y extenderlo a la cría de pavos, patos, conejos, abejas y otras.
Con el proyecto se está contribuyendo a mejorar las condiciones de alimentación de la población menos favorecida del Departamento de Chinandega, principalmente niños, jóvenes, madres lactantes y ancianos, y en general las quinientas cincuenta familias de las ocho comunidades, es decir, 3.000 personas. Siempre respetando el ritmo y la cosmovisión de la población beneficiaria. Durante los años de implantación del proyecto se habrá capacitado a un total de trescientas familias (teniendo en cuenta el efecto multiplicador), de manera que una vez finalizado el proyecto el centro de reproducción de especies menores (CREMS) continúe funcionando de manera autosostenible. |
